Entré en el
pub, empujado por la costumbre y por una extraña sensación de
cumplimiento de mi destino. El "Irlandés Errante", mi pub
de cabecera desde que abandoné las tierras celtas, tenía una cierta
tranquilidad. Con su bullicio de gente en unas mesas y otras, en la
barra. No venía desde el día de San Patrick, 17 de marzo, cuando
vine a llorar por la gran pérdida que ese día significa para
nosotros.
Noté el aura
de una persona importante, un ser que camina entre este mundo y el
otro. Me acerqué a la barra y, tras su túnica, estaba El
Archidruida. Durante un momento dudé, no sabía si era mejor
entablar conversación con él o no. Si los grandes caminos empiezan
con un pequeño paso, el intercambiar una sola palabra con El
Archidruida te puede llevar al viaje más fascinante que te
puedas imaginar. Lo de Frodo y "El Señor de Los Anillos"
se queda en un juego de niños.
Mientras estaba
entre mis cabilaciones oí su voz hablando con el camarero. "Ponme
dos Guinness, una para mi y otra para el Celta Errante. Pero sin
prisa, que aún no ha decidido si dirigirme la palabra o no."
Como me temía,
su presencia no era casual. Nunca lo es. Y, aún más, temí que
quisiera hablar conmigo. Claro que quería hablar conmigo, me refiero
a "hablar de algo importante". Si El Archidruida te
prepara una encerrona, lo mejor es caer en ella por completo. Así
que le saludé y comenzamos a hablar de temas banales. De huertos, de
energías fósiles y renovables, de energías físicas y
espirituales. De personas y lugares. Del pasado y del futuro. Y
mientras tanto, la guinness corría por pintas.
Ciertamente, yo
me espero todo de El Archidruida, pero una afirmación así, a
alguien como yo, me dejó un poco descolocado. Le dije, "voy al
baño y ahora me lo cuentas".
Volví del
baño. El Archidruida tenía una cierta sonrisa de niño
pícaro, como si me fuera a desvelar un gran secreto.
- ¡¡Sloncha!!
- ¡Por el conocimiento de como cambiar el pasado!
- Bueno, dime, ¿Cómo se puede cambiar el pasado?
- Actuando en el presente.
- ¿Qué quieres decir?
- El pasado no es más que el presente visto desde el futuro. Si actuas en el presente, estás cambiando el pasado que será en el futuro. Es así de sencillo. Y así de complicado.
- Creo que no te entiendo.
- ¿Cómo harías para haber sacado un ocho en esa asignatura de la carrera en la que sacaste un siete?
- Pues... estudiándola más, supongo.
- Y eso, ¿cuando podrías haberlo hecho?
- Pues en el pasado, cuando estaba estudiando para el examen.
-Entonces, si en el momento presente que era cuando estabas estudiando para el examen hubieras decidido sacar un ocho, habrías cambiado tu presente, habrías estudiado más, y entonces, desde el futuro, te darías cuenta que has cambiado tu pasado.
Estuve
reflexionando durante un momento ese galimatías. Notaba la cabeza un
poco embotada de tanta guinness. Sólo se me ocurrió una cosa que
decir.
- Pero
entonces, desde el futuro no podré saber que he cambiado el pasado.
Sólo lo sabré en el presente, cuando lo esté cambiando. Y tampoco
tendré consciencia de haber cambiado nada, pues solo habré
intervenido en el desarrollo del tiempo normal.
- El tiempo
no existe. Y el normal, menos. - Me estas haciendo un lío.
- Anda, vamos a dar una vuelta.
Salimos del
pub, anduvimos durante unos pocos pasos y paulatinamente me di cuenta
que no estábamos en Guadalajara. Estábamos en la naturaleza, pero
con restos de casas y de calles aquí y allá. Me resultaba familiar,
pero no conseguía enlazar todas las piezas en la cabeza. Ay,
¡dichosa guinness!
- ¿No tienes otra llaga en la que meter tus dedos? - le respondí, olvidando por un momento la dignidad de con quien estaba hablando.
- Como te imaginas la tienda... digamos... dentro de treinta años... en el 2045.
- Pues...
Sí, se como me
la imagino, pero nunca he querido verbalizar esas palabras.
Nos paramos
delante de una construcción, y entonces el puzzle que tenía en la
cabeza por fín se completó. ¡Habíamos viajado en el tiempo!
- ¿Estamos
en Auñón? - le pregunté incrédulo.
- Es
posible. Mientras te has ido al baño te he echado drogaína en la
guinness. Eso te pasa por no hacer caso a tu madre. Entre los
efectos de la misma se incluye... digamos... viajar a un futuro
posible. O, más bien, probable. - Entonces, estamos en Auñón, ¿no?
- Estamos en el Auñón más probable de los que se perfilan en el horizonte temporal.
- Y esta es mi tienda, mi Rincón de Auñón.
- Sí.
- ¿Qué ha pasado?
El
Archidruida se elevó sobre si mismo medio metro y alzó los
brazos a la altura de los hombros. Entornó los ojos, quedándose en
blanco lo poco que se veía de ellos. Vamos, como en las películas.
Delante de mi empezaron a desfilar los años, viendo a la gente irse
de Auñón, irse a residencias, irse con los hijos, irse
definitivamente. Cerrarse casas para no volver a abrirse, para caerse
a cachos y a otros. Vi la muerte del pueblo.
Caí de
rodillas y comencé a llorar. Yo quería que mis hijos jugaran aquí,
donde yo jugué cuando era niño, pero ya no iba a ser posible. O a
lo mejor había sido posible ya, pero no lo sería para mis nietos.
Ni tan siquiera sé si en ese futuro yo tenía hijos y nietos.
El
Archidruida me puso la mano sobre el corazón y dejé de sufrir.
Recordé las
palabras que había dicho El Archidruida sobre cambiar el
pasado: "El pasado no es más que el presente visto desde el
futuro. Si actuas en el presente, estás cambiando el pasado que será
en el futuro. Es así de sencillo. Y así de complicado."
- Yo, como Archidruida, no tengo preferencias sobre el futuro de Auñón.
- Pero yo, como auñonero, sí.
- Pues cámbialo.
- No es tan fácil.
- Es así de complicado, y es así de sencillo.
Juntando las
manos en oración, El Archidruida recitó un mantra. Todo
alrededor cambio y me enseñó otro de los futuros probables, poco
probable, de Auñón.
La mayoría de
las casas estaban en pie, aunque cambiadas. En otros casos había
solares, reconvertidos en huertos. Una canalización de agua
descubierta recorría la calle por el centro, distribuyéndose por el
resto de calles. Tenía tambíen un toque familiar, como de algo que
conocí en alguna vida pasada.
- ¿Y la gente? Sólo reconozco a algunos.
- Han pasado treinta años. Parte de los que viven aquí son nietos de la gente que hoy en día vive en el pueblo. Otros son completamente nuevos, gente venida de otros lugares atraídos por Auñón.
- Y ¿Cómo se ha conseguido todo esto? ¿Cómo se les ha atraído a Auñón?
- No te lo puedo decir. Pero, al igual que eres capaz de imaginar el camino que llevará a Auñón a la primera probabilidad que te he enseñado, a la despoblación y el abandono, serás capaz de imaginar el camino para traer a Auñón hasta aquí.
Seguimos
paseando, soñando caminos, y disfrutando de los caminos y calles del
Auñón del 2045.
- Las palabras crean realidad, y las dichas por los Archidruidas pueden crear realidad mágica. El camino que ya existe llevará a Auñón a desaparecer. El camino que hay que crear traerá a Auñón hasta aquí.
Quería
preguntarle más cosas, pero el efecto de la drogaína se estaba
pasando, y estaba comenzando a escuchar el tráfico de Guadalajara,
el bullicio de "El Irlandés Errante". La gente real.
- ¡Por supuesto!
Con nuestras
guinness fresquitas brindamos una vez más.
- ¡¡Sloncha!!
- ¡¡Sloncha!!
- ¡Por Auñón!
¡¡Por un
Auñón en abundancia!!